Con el tiempo hemos topado

Martes. Nueve de la mañana. El sol está más despierto que muchos de los alumnos apostados en la clase de la asignatura X (por mantener el anonimato), y aún se mueve más el minutero del reloj que sus perezosos sentidos. En esto que la profesora espeta en su dictado: "...las características del susodicho género son intemporales porque..."
Mi compañera tuerce el gesto, me mira y dice: ¿no se dice atemporal? Pregunta tan grande como inoportuna ¡A buena hora me exiges que medite si está bien dicho o no, o simplemente que medite! La discusión está servida. De uno y otro lado en épica batalla defendíamos con o sin razones cual era la palabra correcta: si una no existía, si existían ambas con matices distintos, o si era más conveniente dejar la dialéctica para otros momentos más despiertos. Como es común de personas obcecadas en sus opiniones, la razón no se vencía hacia ningún lado. Hastiados de intuición, mi compañera decidió que la justicia nos la diera doña Fundéu, quien sentenció categóricamente lo que sigue:

Atemporal se emplea cuando algo no se refiere a un tiempo específico, e intemporal para algo independiente del paso tiempo o de los límites temporales.

Concluimos definitivamente la discusión sin recordar ya quién defendía qué ni cuándo, y determinando que la palabra estaba bien utilizada, que la Fundéu es un instrumento increíblemente útil para este tipo de peleas, y que como vuelvas a exigirme, compañera del alma, compañera, pensar tan arduamente a esas horas tan intempestivas te mando directamente a la... a la Fundéu.

(Elaborado por Claudia Prieto Saura y Mariano Vallejos Mares)