Hoy en día es tan común encontrar un rótulo que nos indique la existencia de un garaje como uno que, pretendiendo utilizar la misma palabra, sustituya la j por una g. Pese a ello, y quizás para asombro de muchas/os hablantes de castellano, un garage no es el local destinado a guardar vehículos, sino simplemente una palabra que no existe en el DRAE. Sin embargo, como sabemos, una lengua es un sistema infinitamente más complejo.
Y si escribir garage es un error ortográfico que podría compararse con la posibilidad de transformar un viaje a Murcia o un traje de seda, en un viage a Murcia y un trage de seda, ¿por qué se repite tanto? ¿por qué confundimos principalmente en este caso la terminación -aje?
La respuesta a este uso está en el origen de la palabra, que al ser de procedencia francesa (garage), se integró en nuestro idioma en un primer momento como extranjerismo manteniendo la ortografía original. Una vez que su presencia en el castellano se intensificó, la norma académica recomendó la forma adoptada por otras palabras de la misma procedencia, como potaje o paje. Además, salvo las excepciones establecidas, las palabras que terminan con el sonido -aje se escriben por norma con j y no con g.
Una vez aclarado cuál es oficialmente la forma correcta, podemos aproximarnos al gran debate sobre si la falta de consenso al escribir una determinada palabra deslegitima la norma de la RAE, que en función de esta cuestión elabora normas y definiciones que en continua evolución.
Los rótulos de garages no parece que vayan a desaparecer, ni que vaya a disminuir el número de personas que siguen este modelo, que se ven además en un dilema ortográfico al encontrar escrito en tantas ocasiones la palabra escrita de ambas formas. Por tanto, el debate sigue en la calle.
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