Decía George Orwell, el escritor británico autor de 1984 y Rebelión en la granja, que el secreto de una buena prosa reside en elegir, entre dos palabras de idéntico significado, la que sea más corta. Hoy, mi intención es daros material para reflexionar sobre el poquito caso que le hicimos.
En referencia a los sinónimos, hace poco comentamos en clase, a raíz de unos ejercicios de la carpeta de aprendizaje, la cuestión de las "palabras sobredimensionadas". Recordad que se trataba de aquellos términos a los cuales se les prefiere atribuir otro equivalente con mayor extensión, como "límite" en lugar de "limitación", "finalización" en lugar de "fin", "sintomatología" en lugar de "síntoma", "penalización" en lugar de "castigo"...
Respecto a este tema, me vino a la mente una serie de artículos de Aurelio Arteta publicados en El País*. Son gracias a ellos que este tipo de vocablos se han acabado denominando "archisílabos", por resultar de un proceso de estiramiento del número de sílabas, y además han conocido un primer proceso de "recolecta". El autor no los concibe en absoluto de manera positiva. Básicamente, viene a preguntarse: ¿para qué usar un término largo y rebuscado, cuando poseemos un equivalente más corto y sencillo? La categoría "sobredimensionada" del lenguaje no serviría más que para crear discursos huecos y ampulosos. Dice textualmente: "Nuestros discursos se vuelven a un tiempo más largos de palabras y menos sobrados de ideas".
De forma inexorable, el lenguaje pierde su intensidad a fuerza de usarlo y los medios de comunicación (sobre todo) consideran necesario, llegado un momento dado, desautomatizarlo creando nuevas formas más rimbombantes y sorprendentes con el fin de llegar con más impacto al público. Esto podría resultar positivo si, como dice Arteta, la creación no se realizara desde la ignorancia y la petulancia. Al igual que existen neologismos innecesarios, los hay que realmente se integran a la lengua y se convierten en recursos enriquecedores. Podríamos poner ejemplos en ambos sentidos, y los tomaremos del propio Arteta:
Entre "límite" y "limitación", o "estímulo" y "estimulación", sí existe la necesidad de sustitución de términos: la primera palabra de cada grupo designa el agente, y la segunda el proceso, por lo cual lo que se renueva es el enfoque de la acción. La archisilabización en este caso enriquece, añadiendo un nuevo componente semántico, y no es errónea (contrariamente a lo que defiende Arteta).
En cambio, sí nos podemos llevar las manos a la cabeza cuando encontramos formas como "mejorización" en lugar de "mejorar", o "exceptuación" en lugar de "excepción", que ni siquiera están reconocidas por la RAE, a diferencia de los ejemplos anteriores. Aparte de un chirrido tremendo, resulta un intento fallido de adornar y hacer más correcta la lengua. El efecto puede ser incluso contraproducente a nivel empresarial, ya que puede dar muy mala imagen del organismo que difunde el texto.
¿Es lo suficientemente fuerte la influencia de los medios de comunicación como para que esta tendencia se extienda en el tiempo? ¿Estamos ante una cuestión puramente lingüística o hay también algo de político en ella?
CLAUDIA PRIETO SAURA
* Links a los artículos:
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Archisilabos/elpepiopi/20081216elpepiopi_4/Tes
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Arrecian/archisilabos/elpporopi/20050810elpepiopi_5/Tes
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Archisilabos/tutiplen/elpepuopi/20100205elpepiopi_4/Tes
¡Muy interesante, Claudia!
ResponderEliminar