Sobre
la ignorancia se dice que es atrevida, que es la base de la felicidad y muchas
cosas más. De todo eso hasta se hacen refranes y chistes. De los peligros que
entraña, no obstante, se habla mucho menos.
Deambulando por la red en estas fechas tan señaladas me encontré un texto titulado “Asofatado??.... ver para creer”, en una de esas páginas que abundan en internet donde perder el tiempo a base de bien. En esta entrada, el autor, que firmaba con el seudónimo “Criticman”, se despachaba a gusto con el cartel de la foto y con el presunto “patán” (así lo llamaba él) que lo escribió. Decía cosas como que “el patán” necesitaba clases de ortografía; que “dolían en los ojos” las atrocidades ortográficas que había perpetrado, y que, en el colmo de su ignorancia, había creado una palabra, “asofatado”. Para terminar, inspirado por el patán y su letrero, proponía él mismo ingeniosísimas invenciones, como “asófater” o “asofalítico”, para enriquecer nuestra lengua. Debía creerse a sí mismo muy perspicaz, el tal Criticman. Y no solo él, también sus aduladores, que abajo alababan sus sutilezas y su chispa con media docena de comentarios llenos de risas y de chistes.
Yo en este texto no voy a hablar de las faltas de ortografía del cartel. No tiene mérito ni sentido tratar lo que es evidente para todos. Al revés, quisiera romper una lanza en favor de “el patán”.
Antes de seguir, me gustaría decir que para mí, ni “el patán” ni Criticman son personajes concretos. Representan, más bien, algo así como arquetipos opuestos de nuestra sociedad. Así los veo yo: Criticman es el típico listillo urbanita, vanidoso y atrevido en su conocimiento sintético de las cosas; mientras que “el patán”, cándido él, es su antagonista, el hombre apegado a la tierra, sencillo, rústico, etc. El uno es soberbio y malintencionado por naturaleza; el otro es inocente y generoso.
Dicho esto, se podrían reconstruír los hechos en forma de fábula: me imagino al patán al cuidado de unas cuantas eras con tomateras rastreras. Por humanizarlo un poco más, me lo imagino además mayor, casi anciano, un jubilado entrañable de los que les dan caramelos derretidos a sus nietos. Él mismo ha sembrado las plantas, las ha regado y las ha protegido de las plagas con azufre. Antes de abandonar a su suerte las matas, el patán recolecta los tomates. En previsión de los pastores que pudiesen llevar a pacer el ganado por la zona, el hombre clava la estaca que sostiene este cartel (decir todo esto, por muy absurdo que parezca, tiene su razón de ser. Porque ¿a santo de qué iba un hombre a sulfatar la hierba de un terreno en barbecho? y ¿qué podía importarle a él que se llevasen la hierba?). Días después, un Criticman, el que tomó la foto (porque quien tomó la foto debe ser alguien como Criticman, un listillo de la ciudad), pasa por allí y se
detiene ante el huerto del patán. Seguramente se ha perdido por culpa del GPS. Pongamos que después de haber vagado sin rumbo por la zona está cansado y decide echarse una siestecita, antes de ir al pueblo del patán para que alguien le diga cómo volver a la ciudad. Movidos por su petulancia (mejor que sean varios en realidad), después de subir esta foto a Internet con el teléfono móvil, los Criticmanes se tumban en el terreno del Patán para descansar, entendiendo en ello una especie de mofa rebelde que los divierte mucho. Se tumban, sin saberlo, a dormir sobre un lecho de azufre.
Según un sitio de apariencia solvente de Internet (tampoco importaría mucho que no lo fuese; http://www.lenntech.es/, para quien le interese), en general, las sustancias sulfurosas pueden tener los siguientes efectos en la salud humana:
Deambulando por la red en estas fechas tan señaladas me encontré un texto titulado “Asofatado??.... ver para creer”, en una de esas páginas que abundan en internet donde perder el tiempo a base de bien. En esta entrada, el autor, que firmaba con el seudónimo “Criticman”, se despachaba a gusto con el cartel de la foto y con el presunto “patán” (así lo llamaba él) que lo escribió. Decía cosas como que “el patán” necesitaba clases de ortografía; que “dolían en los ojos” las atrocidades ortográficas que había perpetrado, y que, en el colmo de su ignorancia, había creado una palabra, “asofatado”. Para terminar, inspirado por el patán y su letrero, proponía él mismo ingeniosísimas invenciones, como “asófater” o “asofalítico”, para enriquecer nuestra lengua. Debía creerse a sí mismo muy perspicaz, el tal Criticman. Y no solo él, también sus aduladores, que abajo alababan sus sutilezas y su chispa con media docena de comentarios llenos de risas y de chistes.
Yo en este texto no voy a hablar de las faltas de ortografía del cartel. No tiene mérito ni sentido tratar lo que es evidente para todos. Al revés, quisiera romper una lanza en favor de “el patán”.
Antes de seguir, me gustaría decir que para mí, ni “el patán” ni Criticman son personajes concretos. Representan, más bien, algo así como arquetipos opuestos de nuestra sociedad. Así los veo yo: Criticman es el típico listillo urbanita, vanidoso y atrevido en su conocimiento sintético de las cosas; mientras que “el patán”, cándido él, es su antagonista, el hombre apegado a la tierra, sencillo, rústico, etc. El uno es soberbio y malintencionado por naturaleza; el otro es inocente y generoso.
Dicho esto, se podrían reconstruír los hechos en forma de fábula: me imagino al patán al cuidado de unas cuantas eras con tomateras rastreras. Por humanizarlo un poco más, me lo imagino además mayor, casi anciano, un jubilado entrañable de los que les dan caramelos derretidos a sus nietos. Él mismo ha sembrado las plantas, las ha regado y las ha protegido de las plagas con azufre. Antes de abandonar a su suerte las matas, el patán recolecta los tomates. En previsión de los pastores que pudiesen llevar a pacer el ganado por la zona, el hombre clava la estaca que sostiene este cartel (decir todo esto, por muy absurdo que parezca, tiene su razón de ser. Porque ¿a santo de qué iba un hombre a sulfatar la hierba de un terreno en barbecho? y ¿qué podía importarle a él que se llevasen la hierba?). Días después, un Criticman, el que tomó la foto (porque quien tomó la foto debe ser alguien como Criticman, un listillo de la ciudad), pasa por allí y se
detiene ante el huerto del patán. Seguramente se ha perdido por culpa del GPS. Pongamos que después de haber vagado sin rumbo por la zona está cansado y decide echarse una siestecita, antes de ir al pueblo del patán para que alguien le diga cómo volver a la ciudad. Movidos por su petulancia (mejor que sean varios en realidad), después de subir esta foto a Internet con el teléfono móvil, los Criticmanes se tumban en el terreno del Patán para descansar, entendiendo en ello una especie de mofa rebelde que los divierte mucho. Se tumban, sin saberlo, a dormir sobre un lecho de azufre.
Según un sitio de apariencia solvente de Internet (tampoco importaría mucho que no lo fuese; http://www.lenntech.es/, para quien le interese), en general, las sustancias sulfurosas pueden tener los siguientes efectos en la salud humana:
• Efectos neurológicos y cambios comportamentales
• Alteración de la circulación sanguínea
• Daños cardiacos
• Efectos en los ojos y en la vista
• Fallos reproductores
• Daños al sistema inmunitario
• Desórdenes estomacales y gastrointestinales
• Daños en las funciones del hígado y los riñones
• Defectos en la audición
• Alteraciones del metabolismo hormonal
• Efectos dermatológicos
• Asfixia y embolia pulmonar
Supongamos, para terminar la historia, que los que despertaron de la siesta (los pocos que lo hicieron después de estar en contacto con todo el polvo de azufre) sufrieron allí mismo todos estos síntomas de golpe.
El pobre Criticman sabría escribir sulfato. Puede incluso que supiese de los efectos nocivos que puede tener sobre la salud, que hubiese estudiado algo sobre el tema en química. Sin embargo no sabía que el azufre se usa como pesticida en el campo desde tiempos inmemoriales y que a eso se le llama sulfatar, o “asofatar” (porque, aunque fuese incorrecto para él, también se llama así). Su conocimiento de la ortografía lo hacía hipersensible a las transgresiones y, en lugar de ver el peligro, se escandalizaba y se reía, poniendo distancia entre él y el patán. Y es que cuando uno critica demasiado, baja la guardia y no ve el peligro. El patán, “cualquier patán”, en cambio, habría entendido sulfatar, “asofatar”, “asufitar” y hasta las palabras que el Criticman se inventaba en la página web. Él, pese a no saber de ortografía, se habría librado de sufrir daños en las funciones del hígado y los pulmones, efectos neurológicos y cambios comportamentales, desórdenes estomacales y gastrointestinales, etc.
Sé
que todo este texto puede parecer una exageración y hasta una idiotez. Al fin y
al cabo a nadie le pasa nada por tumbarse sobre unos hierbajos sulfatados. Sin
embargo, al azufre le pasa aquí lo que al Patán y a Criticman, los personajes,
que más que personas concretas, son representaciones de elementos más
generales. El azufre, pues, podría entenderse como un peligro intangible, como
una advertencia. El azufre, en calidad de veneno, sería la perversión que se
esconde en la ignorancia. Pero no en la ignorancia de los que cometen faltas de
ortografía, sino la ignorancia de los que saben. Porque esos que sabiendo
instan al linchamiento de los que no saben, son responsables directos del
estado de las cosas, y en una sola de sus bromas se esconden, condensados, casi
todos los males de este mundo.
Jaja me ha encantao la historieta, y no sé si esta pendiente o qué, pero la palabra asofatar no sale en la drae que he visto. aun asi podria colar facilmente para lo del asufre y extenderlo a otros significados como por ej. el sofá, no?! jeje, un saludo!
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